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jueves, octubre 9

Siempre quedará aquella mente tan siniestra


Entre toda esa gente, estaba Julio, queriendo perder el juicio, queriendo olvidar esa mirada que tanto le preocupa, de la que siempre quiso huir pero el valor siempre le falta.
Dormir para él, era la única manera de no pensar en las palabras de la noche anterior,
-No me la voy a pasar durmiendo todo el día para no recordarla -Pensaba- No todo el tiempo.
Esa noche todo apuntaba a la desaparición de su cariño. ¿De verdad Lucía podría ser tan cruel como para obligarlo a cambiar de sentimientos? Hasta esa misma noche lo comprobé. Cruel y egoísta además. En la alfombra ya hacían muertas las esperanzas, en ese vaso de whisky, se estaban yendo sus lágrimas. Todo lo que trataba de esconder no lo conseguía y parecía un tonto actuando de esa manera.
-Julio, no llores - Le dije mientras tomaba su mano.
-De nada sirve, de nada. Por más que lo intento, no puedo Silvia - Lamentándose -Quisiera irme lejos
-Vamos, estás exagerando. Sabes que de un momento a otro cambias de opinión y parece que todo lo tienes en orden. Siempre es así.
-Lo sé, lo sé, pero ya no quiero intentarlo.
-Piénsalo bien Julio. Sabes que no es tan mala. Sólo le gusta vivir con problemas. Igual que tú  - Le dije en tono de burla.
-¿Mala? ¡Está haciendo que enloquezca, Silvia!
Eso último creo que nunca lo debí saber, nunca debí saber que su vida se estaba yendo por un caño, y que todas esas dudas, explicaciones y quejas se le estaban haciendo un mundo el cual debía cargar en sus hombros. Y que visiblemente se estaba cansando.
La manera en que Julio solía arreglar sus problemas, era confusa.
Nunca entendí bien qué relación tenía con Lucía, a veces, lo veía saltando de felicidad y muchas otras veces lo veía con la mirada pérdida. Dejando que su cigarrillo se consumiera en sus dedos, a mi no me gustaba decir nada por pena. Pero era doloroso ver a Julio desmoronándose poco a poco.
Como dije anterior mente, esa noche él y Lucía estaban parados en la acera, una sola lámpara de la calle los lograba alumbrar a medias, Julio estaba en contra de ella y su comportamiento. Lo podía notar bien, era de esas peleas por la cual Lucía se había puesto e hostil como siempre. Yo los veía discutir desde la ventana de mi apartamento con una taza de café en la mano. Lucía parecía perder la razón. Solo lo contemplaba, como si fuera Julio un juguete al cual le encantaba manipular cada que se le antojaba. Y no porque Julio sea mi amigo, pero la verdad él no merecía esto.
Cuando acabaron de hablar, cerré la cortina, mientras lo tacones de lucía rebotaban por la calle sola a gran velocidad. Julio subió y tocó mi puerta. Se sentó en mi sofá y tomó de mi taza de café un gran trago, seguido de un suave movimiento para sacar un cigarro de la cajetilla. Yo, me senté en la mesa de centro. Viendo como lloraba.
-Quiero demasiado a Lucía - Musitó
-Lo sé - Dije sin ánimos
-¿Sabes qué es lo peor Silvia?
-¿Qué?
-Que cuando se dé cuenta de que en verdad la quiero será demasiado tarde.
-Será un riesgo que tendrás que correr Julio. Por eso aún estás con ella.
-¿No te aburro con esto? Ya es cosa de todos los días…
-No Julio - Solté una risita - Yo también te quiero, y para cuando te des cuenta, quizá también sea tarde. Es un riesgo que también quiero correr.
El silencio de Julio de verdad no tuvo precio, sabía que lo había hecho sentir mejor, o quizá lo hice sentir demasiado raro, además de que eso me puso en peligro. No debía saber ese secreto. No aún.