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sábado, julio 18

(Mi rección es un largo suspiro y un profundo trago de café.
Caliente, casi para que me caliente la entraña.
Fuerte, para que me seque el nudo de la garganta.
Bien dado. Como el beso que pretendo quererte dar cada que anuncias tu llegada con el sonido bajo del choque de tus nudillos al golpear mi puerta.
¿Cómo le hace la gente para alegrarse? ¿Realmente les salen esas sonrisas espontáneamente?
Yo trato. Pero la verdad es que me ponen triste las fotografías de antaño. Prefiero voltear a mi futuro y pensar en qué tan plena seré. Ignorando que ya lo soy ahora. De hecho, más que nunca, estoy segura.
Pero eso lo digo para que tenga sentido este texto.
Porque no quiero que se vea pobre como yo cada mañana. Tan ausente de ganas, sólo quiero estar tirada en mi cama, o en los restos de ella, viendo las caricaturas con mi hijo, mientras trato de grabar el aroma de su cabello en mi mente para cuando sea anciana.
Mis consejos se tratan de ello: Reunir fuerzas y que todos nuestros sueños se hagan realidad. Pero nisiqiera sé si los míos se cumplan.
Estás en ellos, por si tienes duda. Sé que no
Pero me es tan difícil hacerme caso. Me desobedesco cada que me dejo la rienda suelta. Es tan difícil obligarme a algo que sé que es para mi bien. Bajo la guardia y me conciento. Me solapo. Pienso que me quiero y me soborno. Luego me siento culpable y me regaño. Vuelvo a castigarme y al verme así, tan destapada, siento pena y me consuelo.
No sé educarme. No sé decirme que no. No sé detenerme.)