Esperaba la lluvia con gran emoción. Nada me hace más feliz que la aproximación de la lluvia. El preámbulo suele ser infinito cuando el calor me hostiga la piel, e incluso, fugaz cuando tengo compañía. El viento previo zumba en mis oídos. Atravieza mi rostro y vuela mi cabello. Tal y como lo hace con las hojas de los árboles. Ya en el momento, quiero recostarme y sentir calor. Sentirme segura dentro de mi hogar. Y cuando termina, disfrutar de la frescura que deja tal acto. Con un aire más ligero. De desahogo. Imagino un sentimiento parecido al dolor de cabeza e hinchazón de ojos, pero así no es la lluvia. No es como un llanto, es simplemente una renovación obligatoria.