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martes, agosto 11




Esperaba la lluvia con gran emoción. Nada me hace más feliz que la aproximación de la lluvia. El preámbulo suele ser infinito cuando el calor me hostiga la piel, e incluso, fugaz cuando tengo compañía. El viento previo zumba en mis oídos. Atravieza mi rostro y vuela mi cabello. Tal y como lo hace con las hojas de los árboles. Ya en el momento, quiero recostarme y sentir calor. Sentirme segura dentro de mi hogar. Y cuando termina, disfrutar de la frescura que deja tal acto. Con un aire más ligero. De desahogo. Imagino un sentimiento parecido al dolor de cabeza e hinchazón de ojos, pero así no es la lluvia. No es como un llanto, es simplemente una renovación obligatoria.