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sábado, agosto 22

Moño Negro

El sueño de la noche anterior le despertó un poco alterada. Algo había pasado, pero al abrir los ojos, olvidó por un momento el motivo por el cual estaba tensa y un poco nerviosa. Evidentemente se había tratado de una pesadilla. Miraba al techo, decidía si volver a dormir o mejor levantarse ya. Cuando echó la cobija sobre su cabeza, el tono de alarma del celular emitió el molesto ruido matutino. Ya era hora.
Después de la ducha, como ya era de esperarse, colocó un poco de agua en la cafetera y el elixir negro resbalaba sobre las paredes de cristal del recipiente. No había ningún tipo de emoción. El día iba a transcurrir lento hoy. Faltaba mucho para que anocheciera y en lo único que pensaba era en dormir.
¿Era muy temprano para fumar?
Café y cigarrillo para el desyuno sonaba prometedor si de morir se trataba. Lento pero efectivo.
Mejor fruta.
Revolvió bien la miel y le echó a todas las rebanadas de melón y papaya.
Ahora sí, venga un cigarro.
Desenfundó el cilindro de la envoltura de papel como espada desenvainada. Lo apretó poco con los labios y le echó la flama. Dió unos pasos hacia el balcón y al mirar con el rabillo del ojo hacia atrás, se percató de una inusual mancha en la pared.
Una mariposa negra estaba pegada en ella. De gran tamaño, como de diez centímetros de ancho y cinco de largo. Con manchas cafés en las alas y un poco pelula del lomo. Daban nervios de sólo mirarla. E instantáneamente el recuerdo del sueño anterior apareció súbito ante sus ojos.
Su padre había muerto.
Y la mariposa negra vino a decírselo.
Su abuela lo decía, ese tipo de insectos vienen con premonciones. No es coincidencia que tengan la forma de un moño negro. Mariposas fúnebres. 
Dejó que el cigarrillo se consumiera en el cenicero y rápidamente se dirigió hacia el teléfono. Marcó el número y dio tono.
Uno...dos...tres... desconectado. Otra vez... No contesta. De nuevo.
Lo inmaginable se hacía realidad.
Salir de dudas es fácil, cuando quieres dejar el miedo atrás.
Lo mejor que puede pasar es que quede uno como ridículo cuando se imaginaron mil cosas tontas. Pero, cuando te encuentras con el temor cara a cara, ¿qué se hace? Cuando las sospechas son ciertas, el interior lo dice. Esa cosa que llaman sexto sentido, corazonada, etc.
Tenía copia de las llaves de la casa de su padre, sólo debía ver si estaba, si la toalla estaba mojada, si el baño seguía húmedo, si había trastes sucios.
Tocó tres veces y entró ya de golpe.
El olor a muerte se lo dijo todo. Un olor fétido y venenoso flotaba por toda la expansión de la vivienda.
Maldita sea.
Me gustan los funerales. Me encantan los tamales que regalan, el licor clandestino pero obvio, el aroma de las flores, la luz de las velas.
Me encanta vestirme de negro. Pero creo que me daré cuenta de que en realidad los odio, y más porque tendré que organizar uno.