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sábado, julio 23

Amanda

Todos se preguntaban qué es lo que le había ocurrido si esta mañana parecía tan normal. Nadie se explicaba el por qué de su reacción. Simplemente había dejado de ser ella misma para finalmente convertirse totalmente en una enfermedad.
A todos se les hizo extraño que no reaccionar normalmente. Su mirada parecía confundida y su memoria dejó de funcionar.
El diagnóstico del doctor, decía que Amanda no iba a recuperar el sentido del tiempo jamás, que se había quedado en el pasado para siempre.
Algunas veces la escuchaba decir que no quería volver a despertar nunca, pero gracias a los medicamentos y su café concentrado de todas las mañanas, la obligaban a ponerse de pie aunque así no lo quisiera, y se forzaba a realizar las mismas actividades que desde hace muchos años llevaba consigo en la rutina.
Era cuestión de tiempo, yo lo sabía. Era una olla exprés sin seguro después de todo este tiempo. Sus familiares trataban de solucionar el misterio del por qué su enfermedad se la estaba comiendo. Pensaban que le había ocurrido alguna desgracia reciente, ignorando que toda su vida había sido esa desgracia. Tántas perdidas a lo largo de su vida, la estaban asfixiando hasta la demencia pero nadie se daba cuenta. Toda su maldad tenía un origen, una raíz que jamás pudo ser erradicada en su totalidad. El desprecio de su madre al nacer, la decadencia en la que vivió desde temprana edad. Ese cigarrillo a los catorce años y el alcoholismo de su esposo.  
Ya había pasado antes. Ya se había ido, pero esa vez, fue cuando más lúcida estaba. Abandonó todo. No dijo adiós y no dijo por qué. Simplemente se fue con la ropa que llevaba puesta. Subió a un tren y escapó de las consecuencias. Ignorando que cuando se huye de lo inevitable, es tratar de huír de una abalancha. Tarde o temprano iba a ser sepultada. Con tierra o con nieve, o con el peso de la memoria.
¿Qué será de ti Amanda? Tan lejos de tu paz, tan lejos de los sueños. Recreando una y otra vez los mismos hechos que te han hecho tan mala pero a la vez tan vulnerable. Quisiera que encontraras ya la quietud. Quisiera que no sintieras dolor jamás.
Quisiera ser yo quien te pida perdón por todo lo que la vida te ha herido. Darte ese abrazo de amor y resignación que tanto necesitas. Sacarte del castigo en que que crees vivir. Hacerte renunciar al rencor y a la ira, para que simplemente cierres tus ojos y sonrías después de todo. Fumar contigo un último cigarrillo.