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jueves, mayo 3

El calor de la ciudad y su cuerpo caliente, se unían en el mero atardecer.




Eran como las 6:00 pm, cuando iba recorriendo la acera, que parecía casi húmeda de tanto que sudaba, pero era el agua que se escapaba de una fuga. Ella se miró en un reflejo y pensó que nada de lo que sentía era importante, incluyendo todas esas miradas que se le atravesaban en su camino y creía poder esquivarlas. Nada se interpuso más en su pensamiento que ese recuerdo que se le vino tan súbito a la cabeza: Aquél libro que le extendió esa mañana. No lo había abierto hasta hoy. Y vaya sorpresa que se llevó, parecía que la conocía bien, que ese tipo de relatos era de los que más le gustaba leer. Pero se decepcionó rápido, como siempre, la ilusión hizo acto de presencia una vez más, ya que quizá era su autoestima baja, pero se consideró alguien predecible, y no hace falta saber mucho de hombres (tampoco quería generalizar), pero no se tomaría la molestia de haber elegido alguno para ella. Sabía bien que fue al lazar, y que más que nada, a cualquiera le gusta leer este tipo de libros.