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sábado, agosto 15

La vi llegar desde mi ventana. El corazón me retumbó más que otras veces. Todo estaba listo. Llevába planeando desde la última vez que nos vimos. La espero con fervor, una especie que no ha muerto nunca.
A veces me pregunto el por qué sigue tan vivo desde esa vez que lloró a mi lado.
Sus ojos fuertes de pronto se hicieron agua. Su voz se entre cortó y jamás la había visto tan hermosa. Ahí me di cuenta de lo humana y frágil que era. Que por más fuerte que quieras ser, algo te tumba. No importa qué.
Quiero recibirla con un gran abrazo y un beso plantado en la mejilla, pero recuerdo que eso no va con ella. Me apena verla, me intimida. Pero actúo normal y río sin siquiera haberle dicho una palabra. Amo el momento en el que espera detrás de la puerta. Su vestido violeta me guiñaba e insitaba la lujuria que por más que lucho con ella, siempre se escapa, y la imaginación me toma por sorpresa. Disimulo mirando a otro lado. Quiero detener mi erección y hago como que se me cae un plato. Los pedazos volaron hasta sus pies y consigo una carcajada sonora. La misma que se hubiera salido si me hubiese descubierto.