T

T

domingo, octubre 12

La equivocación del espejo


El humo de aquél cigarrillo se deslizaba lentamente hacia arriba, haciendo combustión el último de la cajetilla de Ernesto.
Sus agujetas desabrochadas y con una calceta desdoblada y una no, jugando con sus pies, hablaba por teléfono en la cocina.

-Hoy hay reunión Rafaél. Mi padre no llegará hasta mañana y el refrigerador está repleto de cervezas. Fumaremos hierba toda la noche y ya sabes… Mujeres.
-Me parece perfecto, le avisaré a Ramón que pasaré por él y te vemos en tu casa a las 9:00- Dice Rafaél con un tono de excitación.

En el reloj del microondas acababa de cambiar de 8:59 ya 9:00 justamente, y el timbre no se hizo esperar a sonar. Eran ellos.

Ernesto se ajusta los pantalones y abre la puerta. Se saludan muy cordialmente y con abrazos de por medio Rafaél saca tres puros del bolsillo derecho de su saco. Uno se lo pone en la boca y los otros dos en las de Rafaél y Ramón.

-Presiento que será una buena noche- Un latido retumba en el corazón de Ernesto al pensar esto.

A los dieciocho años, estos hombres saben que a su edad la vida parece no tener límites.

Rafaél es el miembro más reconocido en el taller de debate en su escuela. Alto y bien parecido. Es de esperarse que su carácter es fuerte y firme. En cambio Ernesto es débil. No figura mucho en su escuela y mucho menos habla en ella. Rafaél y él se conocen desde muy pequeños y saben todo, uno del otro.
Ramón es el compañero más nuevo en este trío. Siempre supo que había algo mal en él pero el apoyo de sus dos amigos, haría cambiar esa maldad por algo bueno, incluso le incluyó algo de paz.

Ernesto toma un banco y se sube en él para bajar unas cajas de su librero. Baja las escaleras hacia la sala y las pone en la mesa de cedro que están en el centro justo a la bolsa de hierba de la cual Ramón preparaba un porro.

-Caballeros, ¡Vayámonos!- Exclamó Ernesto abriendo la caja y tomando un par de medias. Se quita los pantalones y las coloca con el mayor cuidado para no rasgarlas.
-¡Hoy me toca ser la morena!- Dice Rafaél acomodándose una peluca negra sobre la cabeza y colocando los cabellos detrás de las orejas.
-Hey Ernesto, ¿Me prestas el quita esmalte? No puedo llegar con las uñas pintadas a mi casa. Mi mamá me mata si me ve así- Dice Ramón algo preocupado, dejando el porro sobre un cenicero.
-Está justo ahí- Responde.

Ramón prende el porro con las uñas frescas, un poco de labial rojo en su boca y una peluca de cabello rojo y sin camisa le pasa el porro a Rafaél, él, con rubor exagerado en las mejillas fuma y contiene el humo en sus pulmones. Se retira el cigarrillo de hierba de su boca quedando varias marcas de labial en la boquilla. Rafaél extiende la mano y roza los dedos de Ernesto, así, este hizo lo mismo.

En aquella sala se veían tres hermosas mujeres, riendo y bebiendo. Drogados y con los ojos reluciendo en un hermoso rojo.

Ernesto se levanta del sillón y pone el disco más viejo de su padre y gira la perilla del volumen hasta el máximo.
La casa llena de humo, la media de Ramón ya rota. Ramón un poco viciado del aire deja de bailar y prende el ventilador.
Las horas corren y Rafaél y Ernesto comienzan a besarse parados sobre el tapete, las uñas rosas de Rafaél se deslizaban en la rasposa barbilla de su compañero. Ramón aún bailando sobre el sillón, pierde el equilibrio y cae detrás del respaldo del sillón.

De pronto, un automóvil se estaciona al frente de la casa.
Se deslizan las piernas del conductor y éste busca las llaves de la cerradura. Cierra con fuerza la puerta del auto y se dirige a un tapete con la palabra “Bienvenidos” que daba paso al comienzo de la puerta.
Se gira el pomo de la entrada, de color oro dando un destello, abre la puerta acompañado de un chirrido proveniente de las bisagras y un silencio horrible y pesado se hizo en la sala agitando el corazón de los jóvenes.
Ernesto rápidamente se aleja de la boca de Rafaél y reconoce que es su padre el que ha entrado. Quita la música de manera súbita. Su padre los mira correr con medias y pelucas puestas hacia el baño.
El señor enfurece y comienza a gritar por todas partes.

Los tres escondidos en el baño con el seguro puesto, estaban nerviosos por lo que se encaminaba. Sabían que el padre de su amigo les hablaría a sus padres y sabrían la realidad de quienes son.
Ernesto era el más preocupado. Su padre, quién fue criado a la antigua escuela, pensaba lo que podría ser su hijo y significaba una total paradoja en su familia, siendo más que una vergüenza, una aberración.
Ramón se sienta en el borde de la tina, tratando de tranquilizar a su amigo.

-Quitémonos esto con agua y jabón, nos deshacemos de nuestras medias y lo enfrentamos diciéndole que es una simple broma por que estábamos borrachos. ¡Nos tiene que creer Ernesto!- Exclamó Rafaél, con un temblor en sus manos y rodillas.
La puerta casi caía al suelo por los golpes de su padre. El joven, con el delineador corrido por toda la cara, apretó la mano de Ramón.
-No. Es hora de que sepa si está a de mi lado o en mi contra. Es momento.